¿Cuántos de los que hoy son abuelos no han probado cuando eran niños (aunque fuera con la nariz tapada) el aceite de hígado de bacalao? Y, si no lo han probado, ¿no han oído hablar de él a sus primos o compañeros de la escuela?
Los años 40-50 del siglo pasado fueron años de hambre y, por lo tanto, de raquitismo. La vitamina D del bacalao fue un remedio maravilloso para poder criar niños un poco más sanos, aún con pocos alimentos.
Antes y ahora, la vitamina D está presente en nuestras vidas. Pero ahora resulta que es, además, una vitamina “maravillosa”. Radios, televisiones, prensa informativa, prensa deportiva, prensa del corazón, tertulias de amigos, grupos de WhatsApp, en fin, todo el mundo habla de que la vitamina D puede ser un “salvavidas” efectivo para el maldito coronavirus.
Los que esto comentan no andan faltos de razón, pero, como en otros tantos casos, las noticias se malinterpretan y, ante la avalancha de peticiones de vitamina D en la farmacia, conviene hacer unas matizaciones importantes.
Este artículo pretende, ante tanta información publicada tomando algunas investigaciones como infalibles, aclarar lo que a día de hoy se sabe a este respecto. Vaya por delante que las investigaciones sobre la Cov-19 han sido apresuradas y dispersas, como no podía ser de otra manera ante la situación urgente de salvar vidas como fuera; lo que hoy era verdad, mañana se ponía en duda.
Desde hace relativamente poco tiempo se sabe que la vitamina D, además de intervenir en el metabolismo formador de los huesos, interviene también, entre otras acciones, modulando los procesos que regulan la respuesta inmune a las infecciones; también a las de SARS-CoV-2.
Las complicaciones más severas de la Covid-19 vienen cuando la respuesta inmune (mecanismo de defensa del organismo) se descontrola por exceso, y el organismo enfermo lucha contra el virus y, a la misma vez, contra sus propias células, produciendo una inflamación de todos los tejidos que afecta a muchos órganos vitales. Cuando, como consecuencia de esta inflamación, se encharcan los pulmones y se afecta el corazón, se impide la respiración y se para la circulación, sobreviene la muerte. Al origen de esta respuesta inflamatoria descontrolada es a lo que se ha llamado tormenta de citoquinas.
Sin entrar en demasiados detalles, de los escasos estudios en curso parece abrirse camino la afirmación de que unos importantes suplementos de vitamina D administrados de forma controlada a los pacientes hospitalizados afectados por coronavirus reduce la necesidad de que sean ingresados en UCI. De igual manera, en los pacientes UCI parece que mejora el proceso, lo que tiene como consecuencia un descenso de mortalidad de los mismos. También se abre paso la observación de que los pacientes tratados con vitamina D fueron dados de alta con menos efectos secundarios que los no tratados. [Entrenas et al. y Maghbooli et al.]
Como se ha apuntado, no hay grandes estudios publicados y, además, los datos que se conocen son procedentes de observaciones de muy pocos casos y en análisis apresurados. Nada definitivo e incuestionable a día de hoy.
De todas formas, aun tomando como ciertos los beneficios descritos, nada sugiere que haya que administrarse grandes dosis de vitamina D buscando su protección. La vitamina se acumula en la grasa del organismo y unas altas dosis, repetidas incontroladamente, pueden llegar a generar niveles tóxicos y producir efectos negativos graves y, en muchos casos, irreversibles, pudiendo llegar a ser letales.
Los efectos de este exceso de vitamina, que genera un exceso de calcio en la sangre, se manifiestan en forma de depósitos en los riñones (cálculos) que pueden comprometer su funcionamiento normal. Si los niveles siguen aumentando se producen trastornos en el ritmo del corazón que pueden terminar en coma y la muerte de la persona.
En condiciones normales, una alimentación equilibrada que incluya de forma habitual raciones de los alimentos que se citan, más los aportes que se produzcan por la síntesis en la piel de la vitamina a partir de un derivado del colesterol por efectos de los rayos UV solares (España es un país soleado), son más que suficientes para proporcionar las cantidades diarias recomendadas de vitamina D (600-700 UI/día en los adultos) y, todo lo más, si esto no es posible de alcanzar con la dieta, recurrir a suplementos que aportarán cantidades moderadas (unas 200-400 UI/comprimido) de la vitamina que complementen los aportados por los alimentos.
Alimento |
Contenido en vitamina D |
Aceite de hígado de bacalao |
10.000 UI/100 ml (1.500/cucharada) |
Bonito, arenque, atún frescos |
800 – 1.000 UI/100 g |
Langostino |
700 UI/100 g |
Caballa fresca |
360 UI/100 g |
Boquerón, sardina, salmón frescos |
300 UI/100 g |
Conservas pescado azul en aceite |
300 UI/100 g |
Hígado de pollo |
80 UI/100 g |
Queso manchego curado |
80 UI/100 g |
Nunca debes administrarte grandes dosis sin recomendación médica para evitar el efecto acumulativo; ten en cuenta que la vitamina D ingerida y no gastada permanece en el organismo unos 25 días, no se elimina antes.
Esas pastillas en las que algunos estáis pensando tienen 20 veces más cantidad de vitamina que la que un adulto necesita al día, y 50 veces más que cualquier suplemento polivitamínico. Además, estos medicamentos requieren receta.
En tu farmacia estaremos encantados de recomendarte lo más indicado y adecuado si vienes a comentar sobre este tema, sin cita previa, sin esperas y a la hora que te convenga.